miércoles, 28 de octubre de 2009
Preguntas sin respuesta
¿Por qué romper un espejo trae mala suerte? ¿Y por qué siete años? ¿Alguien los ha contado? ¿Se considera "roto" si sólo se agrieta? Y en ese caso, ¿hay descuento en los años de mal fario?
¿Por qué el caballo del malo siempre es más lento? ¿Todos lo compran en el mismo lugar? ¿Nadie ha tenido nunca una seria conversación con el ganadero? ¿Y de dónde sacan los gadgets los supervillanos? ¿Existe un hipermercado especializado en el imperio del mal?
¿Por qué nos fascinan las cosas grandes? ¿Y las cosas que se mueven solas? ¿Y qué decir de las cosas grandes que se mueven solas?
¿Por qué los radiadores se llaman así? ¿No deberían llamarse irradiadores? ¿Radiador no debería ser una persona que trabaja fabricando radios?
¿Por qué a buscar explicaciones complejas se le llama "buscarle los 3 pies al gato"? Considerando que todos los gatos de 4 patas tienen también 3, ¿no sería mejor buscarle los 5 pies? ¿Se referirán a pies humanos? Porque en ese caso tendría sentido...
¿Por qué se contagian los bostezos? ¿Bostezamos porque estamos aburridos? Entonces, ¿los bostezos aburren? ¿Por qué suena tan mal la palabra "bostezo"? ¿Sonará mejor en otro idioma? ¿En cuál?
¿Por qué todas las religiones piensan que su dios es el único y el verdadero? Si realmente hubiera uno sólo, ¿no se han preguntado nunca si es que todos están hablando del mismo dios pero con diferente nombre? ¿O es que acaso el dios de una religión no tiene poder sobre los creyentes de otra? Si ser todopoderoso siginfica que todo lo puede, ¿puede entonces no-existir? ¿Y si no existe?
¿Por qué me pregunto todo esto?
¿Por qué me lees?
Imágenes:
Moonbeam13
Artisthazzard
martes, 27 de octubre de 2009
Jenni Tapanila
Hoy quiero compartir con todos mi fascinación por la fotógrafa Jenni Tapanila, especialmente sus series sobre la violencia y la sangre. Sobre ella misma, hay poco que decir, ya que es muy celosa con su intimidad y cuesta encontrar información. Su manera de retratar la crudeza de temas como el sexo, la violencia y las drogas, siendo a la vez explícita y poética, es lo que me tiene rendido ante su trabajo. Sólo voy a colgar un par de fotos, a quién le gusten ya buscará más en su galería de Devian Art. No son de las más fuertes, porque las fotos de ese tipo suelen durar poco colgadas.
lunes, 26 de octubre de 2009
G-FORCES, I LOVE YOU
Debía tener unos ocho años. Sentía una pasión desmedida por ir a verlas, aunque sin embargo, me daban miedo. Yo me conformaba con dar vueltas y vueltas en una diligencia que se desplazaba por un raíl en un circuito de Lucky Luke. Hasta que la madre de un amigo mío me obligó a subirme a una, algo que yo creía que era para “los mayores”. Se trataba de la montaña rusa del Tibidado, uno de los pocos parques de atracciones con más de cien años que siguen abiertos. Ahí fue cuando sentí por primera vez el efecto de la adrenalina en mi cuerpo; el mal ya estaba hecho, me hice adicto. Sí, claro, también puedes sentir la adrenalina en la silla del dentista, o cuando están a punto de atropellarte: es un estímulo de tu cuerpo para que sientas el mínimo dolor posible ante una amenaza. Pero entre vosotros y yo, no hay ni punto de comparación entre un atraco a mano armada y un looping vertical de 40 metros de altura…
La máxima del circo siempre ha sido: “más difícil todavía”. En mi caso, aquello que empezó con una pequeña montaña rusa de dos caídas, se ha convertido en la búsqueda de la más alta, la más rápida y la más intensa. Éste es mi top ten particular de montañas rusas que he probado por el momento (España, Francia y Reino Unido). Empezando, por aquello de la emoción, por el número diez:
10. INFERNO – Terra Mítica (Benidorm, España)
De las 10 es con diferencia la más sencilla de todas. No parecía tan fuerte, ni tan divertida a simple vista. De hecho, tenía pinta de ser una gran chorrada. Ir hacia delante o hacia atrás cambia completamente la experiencia (creo que recodar que mirando hacia delante era mucho más fuerte). Lástima que cuando empieza a ser la caña, ya se ha terminado. Y por eso tiene la décima posición, porque se nota demasiado que es un prototipo de un tipo de montaña rusa que no tenían muy claro si iba a funcionar.
9. SUPERMAN, LA ATRACCIÓN DE ACERO - Parque Warner (Madrid, España)
Cojan ustedes el Dragon Khan, cámbienle un poco el recorrido, y lo más importante: QUÍTENLE EL SUELO. El resultado es Superman, una montaña rusa divertidísima, especialmente en primera fila, ya que al no tener el vagón ni morro ni suelo, nada te separa de la vía.
8. STUNT FALL – Parque Warner (Madrid, España)
Este tipo de montaña rusa se llamó Inverted Giant Vertical Boomerang. Muchos recordarán el clásico Boomerang que podíamos encontrar en muchos parques hace más de 15 años, como el del desaparecido parque de atracciones de Montjüic de Barcelona. Para empezar, éste también es un Boomerang, porque la vía no tiene un circuito completo, sino que va y vuelve. Como su nombre indica, es Inverted, ya que se le ha dado la vuelta a la vía, de donde cuelgan los vagones. Lo de Vertical es porque las subidas y bajadas forman un ángulo de 90 grados con el suelo (pues eso, que va en vertical, algo que suele dar mucho miedo) y por último lo de Giant, vendría a significar que es todo eso, pero a lo bestia. Número 8 por todo esto y porque fue una de las primeras en las que realmente sentí que el corazón se me iba a salir por la boca.
7. NÉMESIS – Alton Towers (Stoke-On-Trent, Reino Unido)
¿Puede existir una montaña rusa más bonita y espectacular? Quizás, pero yo aún no la he visto. Es una invertida, como decía antes, de las que la vía está dada la vuelta. Y pese a no coger mucha altura, dicen que es una de las más intensas de su tipo. Lo que para mí la hace tan especial es la lematización, como si fuera un ente alienígena biomecánico. Y lo más espectacular de todo, pasar a toda velocidad por encima de sus ríos y cascadas de sangre (artificial, esperemos).
6. TRUENO DE ZEUS – Parque Astérix (Picardie, Francia)
Cuando se trata de montañas rusas de madera, siempre me ha costado mucho decidirme en si ésta era o no mejor que Stampida de Port Aventura. Cuando hace un par de años a Stampida le cambiaron los trenes por unos totalmente diferentes, se acabó la duda. Convirtieron la mejor atracción del parque en dos minutos de intenso dolor. Por tanto, ahora, está más que merecido este puesto número 6 para el Trueno de Zeus, una montaña rusa que ejemplifica lo que tendrían que hacer todas las de madera: rápida, con una apariencia de descontrol, pero no tan brusca que salgas con el cuerpo amoratado. No me gusta subirme a atracciones y bajar con cardenales, para eso puedo tirarme por unas escaleras, que es mucho más barato y el resultado es parecido. Y por eso en esta lista no veréis Space Mountain. Sorry, Disney-adictos…
5. AIR – Alton Towers (Stoke-On-Trent, Reino Unido)
Muchas veces tenía un sueño recurrente en el que volaba por encima de los tejados de mi ciudad. Como a muchos, siempre he querido saber cómo es volar. Ahora ya lo sé. Air está diseñada de manera que vas estirado, literalmente “volando” por un circuito, en el que puedes sentirte como Superman, especialmente en los dos momentos en que la vía se retuerce 360 grados sobre sí misma, y uno realiza un giro en barrena con su propio cuerpo. Imprescindible ir en primera fila y con los brazos estirados, creyendo que es uno mismo el que vuela. Pongo una foto de la estación, que no es muy espectacular, pero así veréis cuál es el sistema que te coloca paralelo al suelo.
4. SAW THE RIDE – Thorpe Park (Surrey, Reino Unido)
Si coges una montaña rusa de última tecnología y le añades elementos de pasaje del terror, el éxito está asegurado. Y más aún, si te sirves de una franquicia tan reconocida como Saw. Éste ingenio comienza por el interior de un almacén abandonado (Ojo spoilers). Allí dos hachas gigantescas están a punto de degollarnos, pero en el último segundo, el vagón se despeña hacia abajo salvando así nuestra preciadas cabezas. Es lo que tiene estar a oscuras, que no te lo esperas. Como tampoco esperas que de repente, tras esquivar las trampas, empieces a dar vueltas de campana, así porque sí, y sin apenas velocidad, para pasar boca abajo sobre un cadáver del que emana en el momento oportuno un gran chorro de sangre que te refresca antes de salir al exterior. A continuación, el vagón se detiene frente a unas pantallas de televisión donde aparece el famoso muñequito de Saw, que de manera inquietante te grita “Game Over”, antes de desternillarse. Y ahora es cuando empieza de verdad el terror: el resto del recorrido es de infarto. Dejando de lado sierras circulas gigantes y demás accesorios, sólo decir que la bajada grande no es que sea vertical, es que se mete hacia dentro… En fin, no apta para todos los cuerpos.
3. SPINBALL WHIZZER - Alton Towers (Stoke-On-Trent, Reino Unido)
Estamos en un pinball gigante, y nosotros somos la bola en juego. En este circuito que parece obra de un demente, los vagones giran libremente 360 grados sobre su propio eje, por lo que no hay dos viajes iguales: hacia delante, hacia atrás, de lado… Sentí algunas cosas que no había sentido nunca en otras montañas, ni siquiera en las más grandes. Y por ello, está tan cerca del número 1…
2. FURIUS BACO – Port Aventura (Tarragona, España)
Cuando pienso en la sensación más fuerte que he tenido nunca sobre ruedas, es sin duda Furius Baco: de 0 a 135 kilómetros por hora en 3.5 segundos, o lo que es lo mismo, una mayor aceleración que un coche de fórmula uno. El recorrido entero no dura ni un minuto, pero es que no hace falta más para sentir algo tan intenso, que no es posible ni imaginarlo. Actualmente posee el récord de velocidad en Europa, y eso la coloca en el número 2.
1. ROCK ‘N’ ROLLERCOASTER AVEC AEROSMITH – Walt Disney Studios (Marné la Vallé, Francia)
No es la más fuerte, ni la más rápida, ni la más terrorífica, pero es la experiencia más completa y sobretodo, más rockera que se puede tener en una montaña rusa. La voz de Steve Taylor realiza una cuenta atrás desde tres, y a continuación eres lanzado a una orgía de humo, efectos de luz y sobretodo, música de Aerosmith a todo trapo. Es como estar en un videoclip, pero a muchos kilómetros por hora, hasta tal punto que llega un momento en el que se hace difícil saber si estás boca arriba o boca abajo. Cada viaje, la música es diferente, lo que cambia sustancialmente la experiencia y la cola de la atracción es un museo con instrumentos musicales firmados por ACDC, Led Zeppelin y los mismos Aerosmith entre otros muchos. Imprescindible de verdad.
La máxima del circo siempre ha sido: “más difícil todavía”. En mi caso, aquello que empezó con una pequeña montaña rusa de dos caídas, se ha convertido en la búsqueda de la más alta, la más rápida y la más intensa. Éste es mi top ten particular de montañas rusas que he probado por el momento (España, Francia y Reino Unido). Empezando, por aquello de la emoción, por el número diez:
10. INFERNO – Terra Mítica (Benidorm, España)
De las 10 es con diferencia la más sencilla de todas. No parecía tan fuerte, ni tan divertida a simple vista. De hecho, tenía pinta de ser una gran chorrada. Ir hacia delante o hacia atrás cambia completamente la experiencia (creo que recodar que mirando hacia delante era mucho más fuerte). Lástima que cuando empieza a ser la caña, ya se ha terminado. Y por eso tiene la décima posición, porque se nota demasiado que es un prototipo de un tipo de montaña rusa que no tenían muy claro si iba a funcionar.
9. SUPERMAN, LA ATRACCIÓN DE ACERO - Parque Warner (Madrid, España)
Cojan ustedes el Dragon Khan, cámbienle un poco el recorrido, y lo más importante: QUÍTENLE EL SUELO. El resultado es Superman, una montaña rusa divertidísima, especialmente en primera fila, ya que al no tener el vagón ni morro ni suelo, nada te separa de la vía.
8. STUNT FALL – Parque Warner (Madrid, España)
Este tipo de montaña rusa se llamó Inverted Giant Vertical Boomerang. Muchos recordarán el clásico Boomerang que podíamos encontrar en muchos parques hace más de 15 años, como el del desaparecido parque de atracciones de Montjüic de Barcelona. Para empezar, éste también es un Boomerang, porque la vía no tiene un circuito completo, sino que va y vuelve. Como su nombre indica, es Inverted, ya que se le ha dado la vuelta a la vía, de donde cuelgan los vagones. Lo de Vertical es porque las subidas y bajadas forman un ángulo de 90 grados con el suelo (pues eso, que va en vertical, algo que suele dar mucho miedo) y por último lo de Giant, vendría a significar que es todo eso, pero a lo bestia. Número 8 por todo esto y porque fue una de las primeras en las que realmente sentí que el corazón se me iba a salir por la boca.
7. NÉMESIS – Alton Towers (Stoke-On-Trent, Reino Unido)
¿Puede existir una montaña rusa más bonita y espectacular? Quizás, pero yo aún no la he visto. Es una invertida, como decía antes, de las que la vía está dada la vuelta. Y pese a no coger mucha altura, dicen que es una de las más intensas de su tipo. Lo que para mí la hace tan especial es la lematización, como si fuera un ente alienígena biomecánico. Y lo más espectacular de todo, pasar a toda velocidad por encima de sus ríos y cascadas de sangre (artificial, esperemos).
6. TRUENO DE ZEUS – Parque Astérix (Picardie, Francia)
Cuando se trata de montañas rusas de madera, siempre me ha costado mucho decidirme en si ésta era o no mejor que Stampida de Port Aventura. Cuando hace un par de años a Stampida le cambiaron los trenes por unos totalmente diferentes, se acabó la duda. Convirtieron la mejor atracción del parque en dos minutos de intenso dolor. Por tanto, ahora, está más que merecido este puesto número 6 para el Trueno de Zeus, una montaña rusa que ejemplifica lo que tendrían que hacer todas las de madera: rápida, con una apariencia de descontrol, pero no tan brusca que salgas con el cuerpo amoratado. No me gusta subirme a atracciones y bajar con cardenales, para eso puedo tirarme por unas escaleras, que es mucho más barato y el resultado es parecido. Y por eso en esta lista no veréis Space Mountain. Sorry, Disney-adictos…
5. AIR – Alton Towers (Stoke-On-Trent, Reino Unido)
Muchas veces tenía un sueño recurrente en el que volaba por encima de los tejados de mi ciudad. Como a muchos, siempre he querido saber cómo es volar. Ahora ya lo sé. Air está diseñada de manera que vas estirado, literalmente “volando” por un circuito, en el que puedes sentirte como Superman, especialmente en los dos momentos en que la vía se retuerce 360 grados sobre sí misma, y uno realiza un giro en barrena con su propio cuerpo. Imprescindible ir en primera fila y con los brazos estirados, creyendo que es uno mismo el que vuela. Pongo una foto de la estación, que no es muy espectacular, pero así veréis cuál es el sistema que te coloca paralelo al suelo.
4. SAW THE RIDE – Thorpe Park (Surrey, Reino Unido)
Si coges una montaña rusa de última tecnología y le añades elementos de pasaje del terror, el éxito está asegurado. Y más aún, si te sirves de una franquicia tan reconocida como Saw. Éste ingenio comienza por el interior de un almacén abandonado (Ojo spoilers). Allí dos hachas gigantescas están a punto de degollarnos, pero en el último segundo, el vagón se despeña hacia abajo salvando así nuestra preciadas cabezas. Es lo que tiene estar a oscuras, que no te lo esperas. Como tampoco esperas que de repente, tras esquivar las trampas, empieces a dar vueltas de campana, así porque sí, y sin apenas velocidad, para pasar boca abajo sobre un cadáver del que emana en el momento oportuno un gran chorro de sangre que te refresca antes de salir al exterior. A continuación, el vagón se detiene frente a unas pantallas de televisión donde aparece el famoso muñequito de Saw, que de manera inquietante te grita “Game Over”, antes de desternillarse. Y ahora es cuando empieza de verdad el terror: el resto del recorrido es de infarto. Dejando de lado sierras circulas gigantes y demás accesorios, sólo decir que la bajada grande no es que sea vertical, es que se mete hacia dentro… En fin, no apta para todos los cuerpos.
3. SPINBALL WHIZZER - Alton Towers (Stoke-On-Trent, Reino Unido)
Estamos en un pinball gigante, y nosotros somos la bola en juego. En este circuito que parece obra de un demente, los vagones giran libremente 360 grados sobre su propio eje, por lo que no hay dos viajes iguales: hacia delante, hacia atrás, de lado… Sentí algunas cosas que no había sentido nunca en otras montañas, ni siquiera en las más grandes. Y por ello, está tan cerca del número 1…
2. FURIUS BACO – Port Aventura (Tarragona, España)
Cuando pienso en la sensación más fuerte que he tenido nunca sobre ruedas, es sin duda Furius Baco: de 0 a 135 kilómetros por hora en 3.5 segundos, o lo que es lo mismo, una mayor aceleración que un coche de fórmula uno. El recorrido entero no dura ni un minuto, pero es que no hace falta más para sentir algo tan intenso, que no es posible ni imaginarlo. Actualmente posee el récord de velocidad en Europa, y eso la coloca en el número 2.
1. ROCK ‘N’ ROLLERCOASTER AVEC AEROSMITH – Walt Disney Studios (Marné la Vallé, Francia)
No es la más fuerte, ni la más rápida, ni la más terrorífica, pero es la experiencia más completa y sobretodo, más rockera que se puede tener en una montaña rusa. La voz de Steve Taylor realiza una cuenta atrás desde tres, y a continuación eres lanzado a una orgía de humo, efectos de luz y sobretodo, música de Aerosmith a todo trapo. Es como estar en un videoclip, pero a muchos kilómetros por hora, hasta tal punto que llega un momento en el que se hace difícil saber si estás boca arriba o boca abajo. Cada viaje, la música es diferente, lo que cambia sustancialmente la experiencia y la cola de la atracción es un museo con instrumentos musicales firmados por ACDC, Led Zeppelin y los mismos Aerosmith entre otros muchos. Imprescindible de verdad.
viernes, 23 de octubre de 2009
El Sueño del Hombre y la Luna
El Sol se ocultaba ya, dando paso a una estrellada noche de verano. Yo permanecía atento a las evoluciones de la Luna en el cielo, cuando de repente, me guiñó un ojo:
-Dime, pequeño, ¿por qué me miras de esa manera?
Le dije:
-Espero que no te moleste que te mire. Me pareces muy bella y por eso te observo todas las noches con interés.
Luna contestó:
-No, pequeño, no soy tan bella. ¿No has visto que hoy no brillo? Estoy triste…
-¿Triste? –le pregunté- ¿Cómo puedes estar tú triste, que iluminas las noches de verano igual que mi corazón cuando me siento decaer?
Y Luna, lanzando un largo suspiro, contestó:
-¿De qué me sirve iluminar las vidas de los demás, si no puedo iluminar la mía? Mírame, pequeño. Siempre estoy aquí arriba, completamente sola… siempre, siempre sola…
Y de repente Luna se apagó.
-¡Espera un momento! –grité a la oscuridad-. ¡No puedes apagarte así! Yo te necesito. Y estoy seguro que hay más gente que te necesita también, brillante en el cielo. Eres mi inspiración, sin ti estoy perdido. Además, no estás sola. ¿No ves todas las estrellas que parpadean a tu alrededor? Están deseando que les ofrezcas tu amistad. Si te sientes sola, es porque no lo remedias.
Luna volvió a encenderse. Ya no estaba triste. Me miraba con una sonrisa y me dijo:
-Veo que lo has entendido. Luna no puede estar triste ni sentirse sola, porque es un astro. Pero tú, pequeño, sí puedes sentirte triste y solo. Pero no te apagues por ello, porque puede haber gente que, sin tú saberlo, te necesita encendido. ¿No les ofrecerás tu amistad?
A los lunáticos.
Imagen: Luumanfoo29
miércoles, 21 de octubre de 2009
¿Por qué todos queremos ser artistas?
El Windows on the World era el restaurante más alto del mundo. Lo fue hasta que un avión se estrelló contra él. Situado en el último piso de una de las torres gemelas de Nueva York, tenía una de las vistas más fastuosas de la ciudad. Windows on the World también es el título de un libro de Frédéric Beigbeder, quien lo escribió en Le Ciel de Paris, un café del piso 56 de la torre de Montparnasse, el edificio más alto de la Ciudad de la Luz.
La verdad es que el título llamó mi atención, y más aún cuando al leer el resumen de atrás, vi que se trataba de una historia de ficción, ambientada en ese mismo restaurante el día 11 de septiembre de 2001. Hay una cosa que para mí es determinante: la primera frase del libro. Siempre leo esa primera frase; si me seduce, lo compro. Si no… pues debo tener otro buen motivo para llevármelo. Puede parecer una tontería, pero grandes libros empiezan con grandes frases, como por ejemplo, el de Forrest Gump: “Soy idiota desde que nací”. Toma ya. Sencillo, directo.
Así pues, abrí el libro y leí la primera frase: “Ya conocen el final: todo el mundo muere”. Una frase muy seductora. Decir que leer Windows on the World, es un poco como ver Titanic: uno sabe que el barco se hunde, pero no puede evitar pensar con fuerza “¡¡Gira, gira!!” cuando están a punto de chocar. En mi caso particular, si bien quise que DiCaprio se ahogara, al menos me hubiera gustado salvar al resto de la tripulación, en especial al simpático capitán y a esos músicos tan entregados que seguían tocando a pesar de la tragedia. Pura envidia adolescente. Me reconcilié con Leonardo años más tarde, en “Catch Me If You Can”, pero como decían en ese gran libro de letras rojas y verdes, “Esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión”.
Pero lo que quiero compartir de Windows on the World, no es ni su historia, ni sus personajes, ni siquiera su punto morboso (que lo tiene por el simple hecho de contar lo que cuenta). Se trata de otra cosa, de una de las reflexiones que se hace el autor a sí mismo, en una de esas tardes en la torre Montparnasse:
“¿Por qué todos queremos ser artistas? No hago otra cosa que conocer a gente de mi edad que escribe, toca un instrumento, canta, rueda una película, pinta, compone. ¿Buscan la belleza o la verdad? Pura excusa. Sólo quieren ser famosos. Queremos ser famosos porque queremos ser amados. Queremos ser amados porque estamos heridos. Queremos tener sentido. Servir para algo. Decir algo. Dejar huella. No morir. Compensar la falta de significado. Queremos dejar de ser absurdos. Hacer hijos ya no nos basta. Queremos ser más interesantes que el vecino. Y él también quiere salir por la tele. Es la gran novedad: nuestro vecino también quiere ser más interesante que nosotros. Todo el mundo tiene envidia de todo el mundo desde que el Arte se ha vuelto totalmente narcisista”.
Frédéric Beigbeder, Windows on the World, pág. 224.
Imagen: Empty Can
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