miércoles, 21 de octubre de 2009

¿Por qué todos queremos ser artistas?


El Windows on the World era el restaurante más alto del mundo. Lo fue hasta que un avión se estrelló contra él. Situado en el último piso de una de las torres gemelas de Nueva York, tenía una de las vistas más fastuosas de la ciudad. Windows on the World también es el título de un libro de Frédéric Beigbeder, quien lo escribió en Le Ciel de Paris, un café del piso 56 de la torre de Montparnasse, el edificio más alto de la Ciudad de la Luz.

La verdad es que el título llamó mi atención, y más aún cuando al leer el resumen de atrás, vi que se trataba de una historia de ficción, ambientada en ese mismo restaurante el día 11 de septiembre de 2001. Hay una cosa que para mí es determinante: la primera frase del libro. Siempre leo esa primera frase; si me seduce, lo compro. Si no… pues debo tener otro buen motivo para llevármelo. Puede parecer una tontería, pero grandes libros empiezan con grandes frases, como por ejemplo, el de Forrest Gump: “Soy idiota desde que nací”. Toma ya. Sencillo, directo.

Así pues, abrí el libro y leí la primera frase: “Ya conocen el final: todo el mundo muere”. Una frase muy seductora. Decir que leer Windows on the World, es un poco como ver Titanic: uno sabe que el barco se hunde, pero no puede evitar pensar con fuerza “¡¡Gira, gira!!” cuando están a punto de chocar. En mi caso particular, si bien quise que DiCaprio se ahogara, al menos me hubiera gustado salvar al resto de la tripulación, en especial al simpático capitán y a esos músicos tan entregados que seguían tocando a pesar de la tragedia. Pura envidia adolescente. Me reconcilié con Leonardo años más tarde, en “Catch Me If You Can”, pero como decían en ese gran libro de letras rojas y verdes, “Esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión”.

Pero lo que quiero compartir de Windows on the World, no es ni su historia, ni sus personajes, ni siquiera su punto morboso (que lo tiene por el simple hecho de contar lo que cuenta). Se trata de otra cosa, de una de las reflexiones que se hace el autor a sí mismo, en una de esas tardes en la torre Montparnasse:

“¿Por qué todos queremos ser artistas? No hago otra cosa que conocer a gente de mi edad que escribe, toca un instrumento, canta, rueda una película, pinta, compone. ¿Buscan la belleza o la verdad? Pura excusa. Sólo quieren ser famosos. Queremos ser famosos porque queremos ser amados. Queremos ser amados porque estamos heridos. Queremos tener sentido. Servir para algo. Decir algo. Dejar huella. No morir. Compensar la falta de significado. Queremos dejar de ser absurdos. Hacer hijos ya no nos basta. Queremos ser más interesantes que el vecino. Y él también quiere salir por la tele. Es la gran novedad: nuestro vecino también quiere ser más interesante que nosotros. Todo el mundo tiene envidia de todo el mundo desde que el Arte se ha vuelto totalmente narcisista”.
Frédéric Beigbeder, Windows on the World, pág. 224.

Imagen: Empty Can

1 comentario:

  1. Increible la reflexión sobre el arte que hace este tal Frédéric Beigbeder...e interesante el libro, debería leerlo.
    Por cierto, me encanta el icono que te has puesto y como quedó al final el blog.
    Bienvenido a la blogofília!

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