miércoles, 4 de noviembre de 2009

FEMME FATALE


La femme fatale contemporánea viste de naranja, pantalones tejanos azules, desgastados, largos, de campana. Pelo negro con mechas, recogido.

Se apoya despreocupadamente en una papelera azul mientras espera el tren. Sabe que me gusta, lo huele. Se sube la camiseta sin mangas con la excusa del intenso sol que baña su cuerpo, pero una mirada furtiva me advierte: sabe que está siendo observada.

Empieza el juego.

Lleva gafas de sol para impedir que pueda saber dónde señalan sus ojos. Yo no las llevo. Es evidento que la miro a ella. Del cuello, cuelga un mp3 azul marino y parece disfrutar de la música mientras fuma distraídamente. Un tentador tatuaje asoma bajo su pantalón. Es consciente de que vale más dejar a la imaginación que mostrar, y mi imaginación es perniciosa.

Cuando sabe que me tiene a su merced, se gira dándome momentáneamente la espalda. ¿Quiere ver hasta dónde llega mi atención o simplemente muestra el resto de su cuerpo para aumentar mi nerviosismo? Si es así, lo consigue.

Pero sé que no tardará en volverse de nuevo. Quiere tenerme controlado, saber dónde miro, qué hago, si me afectan sus acciones.

Vuelve a su postura inicial.

Ya está, ya soy suyo. Caí en su encanto, y debo decir que no le costó demasiado.

De repente, mis acciones imprevistas la sorprenden. De mi mochila saco una libreta cuadriculada y un bolígrafo negro. Mientras la observo, comienzo a garabatear describiendo su camiseta naranja y sus pantalones azules desgastados. Poco a poco, toda la situación va tomando forma en mi libreta y es su encanto lo que me hace escribir de manera compulsiva.

Cambia de actitud. Ahora es ella la que me mira y yo quién, al devolverle la mirada, obligo a apartar la suya con un leve rubor. En un momento los roles han cambiado. Sigo escribiendo. Ella cambia de lugar visiblemente alterada, no sabe cómo reaccionar. Finalmente se quita las gafas descubriéndome los dos últimos secretos de su cuerpo: un piercing azul en la ceja izquierda y una preciosa mirada azul verdosa. Está desarmada y huye hacia la otra punta del andén, no sin antes dedicarme una sonrisa de complicidad.

Ésta es la femme fatale del siglo XXI, y sin yo quererlo, fue mi misma admiración la que venció el juego.



Imágenes: Pagomenadefterolepta
Waiting4MyWings

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